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20 julio 2014

Relato #08 Una Palabra, Una Historia - Agua

¡Holis bigotudoooos! Hoy es domingo y con mi mal internet no puedo hacer un tutorial, pero prometo que cuando vuelva a casa los haré, que se me dan bastante bien, y si tengo tiempo incluso los haré en YouTube, capturando pantallas y eso y lo subiremos a nuestro canal. Podéis suscribiros por si os interesa haciendo click aquí.
Mientras tanto os dejo un relato sobre mitología que hice para clase de latín, es un poco más largo de lo normal, pero espero que os guste. Además, ya que el relato pasado de "Una Palabra, Una Historia" era con la palabra agua, todo cuadra.
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Cómo cada noche desde que llegué aquí, salí de casa en dirección a la playa. Todas las noches me acercaba hasta las rocas más cercanas al mar, me ponía los auriculares con música y esperaba a que los delfines comenzaran sus habituales carreras de saltos de una orilla a otra de la playa.

            Hacía apenas unos días caí en la presencia de otra persona, que me observaba desde dentro del agua, una chica de mi edad, rubia y de ojos azules electrizantes. Con sólo mirarla a los ojos, cómo el día en que la había descubierto, conseguía estremecer cada parte de mi cuerpo.

            Al igual que cada ocaso, la chica del agua, ese era el nombre que le había adjudicado, acudía a nuestra cita con el mar y los delfines. Cada noche, desde el día en que la descubrí, se acercaba un poco más a mí. Pero ninguno de los dos hablábamos. Ella por timidez, supongo, y yo por miedo a que todo fuera un sueño, y la preciosa joven rubia desapareciera para siempre.

            Pero esta noche sería diferente, la curiosidad podía conmigo y quería saber su nombre, lo ansiaba. Coloqué los auriculares en mis oídos y elegí una canción titulada "A Drop In The Ocean", encajaba a la perfección. Cerré los ojos y me tumbé en la roca, mientras esperaba a que aquellos animales saltarines acudieran a su rutina.

            Poco después de terminar el estribillo oí como algo golpeaba el agua, abrí los ojos y ante mí apareció ella, con su pelo rubio mojado y algunos mechones cayéndole por la cara. Deposité lentamente mis ojos sobre ella por miedo a que se escondiera y no pudiera volver a verla jamás, sorprendentemente ocurrió algo que jamás había imaginado. Nuestras miradas se cruzaron y sonrió.


            -Hola -dijo ella con una voz melódica y dulce, parecía que cantaba en lugar de hablar.

            -Hola -contesté yo titubeante, debido a la sorpresa.

            -¿Tienes miedo de algo? -preguntó mientras se acercaba nadando hacia la roca en la que me encontraba -pareces asustado.

            -De que desaparezcas, de que seas solo un sueño, de que no seas real.

            -Claro que soy real, mira, dame la mano -sonrió pícaramente.

            Cogí su mano con una curva hacia arriba dibujada en mi boca, su sonrisa conseguía contagiarme. La miré embobado y ella, aprovechó para tirar de mí y hacerme caer al agua.
           
            -Estás loca -dije entre risas mientras me quitaba la camiseta. Si llegaba a casa mojado mis padres se enfadarían.

            -Lo sé, ... -hizo una pausa pensativa - por cierto ¿cómo te llamas?
            -Elliot -contesté yo -¿Y tú, pequeña loca?
            -Piscis.
            -¿De verdad? Jamás había oído ese nombre. Es curioso, lo digo porque tu nombre es un símbolo de agua y siempre que te he visto ha sido en ella. Es como si todo estuviera relacionado.
            -Y lo está -dijo, pero se tapó la boca como si hubiera dicho algo que no debía.
            -¿Qué ocurre? -pregunté confuso -No te preocupes, no conozco a nadie aquí, en Sea Hydes, puedes confiar en mí -y añadí mi mejor sonrisa, tratando de mostrar la suficiente confianza para que me lo contara.
            -Está bien -dijo acercándose a mí.
            Colocó sus manos en mis hombros y bajó acariciando mis brazos hasta llegar a mis manos. Su gélido tacto consiguió poner mi piel de gallina. Sostuvo mi mano mientras me miraba directamente a los ojos. Sus ojos, azules como el hielo me traspasaron como tratando de decirme que estaba a punto de revelarme su mayor secreto. Un escalofrío me recorrió de arriba a abajo.
            Parecía una chica atrevida, pero su forma de ser cambió completamente, ahora mismo, parecía aterrorizada e indefensa, como si todo fuera a cambiar de un momento a otro.
            -Tranquila -dije acariciando su mano, que aún estaba cogiendo la mía -no tengas miedo.
            -Prométeme que todo seguirá como hasta ahora y que nada va a cambiar -me suplicó.
            -Te lo prometo, - ¿por qué estaba tan asustada de que todo cambiara? - me estás asustando. ¿Qué pasa? ¿Has matado a alguien?
            -No, -dijo entre risas - no soy de esas.
            -¿¡De esas?! -exclamé, ahora el que estaba asustado era yo.
            -A ver cómo te lo digo...
            -Suéltalo, simplemente dilo, no tengas miedo.
            -Soy una sirena.
            -¿Qué? ¿Cómo que una sirena? No me lo creo.
            Entonces acercó mi mano a su vientre y pude sentir escamas, frías y  lisas, como las de un pez. Le miré a los ojos sorprendido.
            -Guau, no sé qué decir, me has dejado sin palabras.
            -Lo suponía -dijo ella riendo.
            -¿Hay sirenas que matan? -pregunté tras recordar lo que me acababa de decir.
            -Sí, es igual que con la comida, hay gente que come animales y luego están los vegetarianos que no comen nada que esté relacionado con estos. Pues bien, las sirenas igual. ¿No has leído "La Odisea"?
            -No -dije riendo -explícame eso, ¿cómo es que hay dos tipos de sirenas?
            -Las sirenas de toda la vida, son las que enamoran a los humanos con sus cantos y tras haber hecho el amor con ellos, los matan y se alimentan de su sangre; y luego estamos las vegetarianas, que somos las que nos alimentamos de peces o algas.
            -Y tú, ¿eres de las vegetarianas, no?
            -Exacto, pero eso no quiere decir que no intente enamorarte... -dijo acariciando mi mejilla con su mano.
            Noté como un rubor se extendía en ellas.
            -¿Y después me matarás? -dije sonriendo pícaramente.
            -Puede... -dijo antes de besarme.
            Pude sentir como, tras ese dulce beso, mis piernas se convertían en una cola igual a la suya. En ocasiones deberíamos de tener cuidado con los besos, muchas veces son capaces de cambiar las cosas para siempre, como me había pasado a mí, me había convertido en un tritón.


¿Qué os ha parecido, bigotudos? No sé que nota me habrá puesto la profe de latín, pero saqué un nueve en la final. Si queréis más relatos sobre mitología haced click aquí. Comentad y me pasaré por vuestros blogs. ¡Nos leemos!

1 comentario

  1. ¡Hola!
    ¡Me ha encantado el relato! Sinceramente no me esperaba que tratara sobre sirenas.
    ¿Has pensado en escribir más relatos de este tipo?
    En fin, un beso desde http://dontworryjustread.blogspot.com.es/

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